Me gusta la lluvia
Ayer cayó en Madrid el diluvio universal. Salía a las 11 de la noche de mi clase de chino cuando, de pronto, cayeron sobre mí los siete mares y algún que otro océano. Todos corrían para cobijarse, esperando a que amainara el temporal, mientras yo caminaba tranquilamente. Es agua, no muerde. Me pareció un momento estupendo para cantar "Cantando bajo la lluvia" bajo la lluvia mientras llegaba al coche, y, claro, empezó a llover más fuerte aún. Llegué al coche empapado, arranqué y me fui. De camino a casa la tormenta se hacía más y más fuerte, los exhaustos limpiaparabrisas lo hacían lo mejor que podían, pero la verdad es que yo no veía un carajo.
Iba a 60 Kilómetros por hora por la M30 y cuando pasaba por encima de los charcos el coche se me iba. Llegué a temer mi propia muerte, aunque estaba muy contento, y pensé que si me moría, lo haría con una sonrisa en la boca. ¿Qué mejor forma hay de morir? Pero sobreviví, para alegría de pocos y decepción de muchos (que no... que es broma!), y pude seguir mi camino a casa. Llovía tanto que en un par de ocasiones, para ver si venía alguien, tuve que sacar el periscopio. En la carretera me encontré a un tal Noé , que debía trabajar en un zoológico o algo así, porque iba con un montón de animales... vi a Nemo, a Willy y a Jack Qusteau grabando en vídeo a un calamar gigante, aunque finalmente, pude llegar a mi hogar.
Cené un poco mientras escuchaba la lluvia golpear con violencia el tejado y, cuando terminé, me fui al parque. Lo peor de todo es que, cuando se lo dije a mis padres, no intentaron detenerme, me dijeron que me lo pasara bien. (Creo que después de lo que han visto, todo les da igual). Así que me fui al parque y me puse a correr por el cesped, a chapotear en los charcos y a hacer el pino. (Nunca había hecho el pino en medio de una tormenta). Empezaron a caer rayos y centellas, el sonido de los truenos era ensordecedor y yo estaba ahí, sólo, en medio del parque, calado hasta los huesos. Me acordé de algo que me enseñaron de pequeño, "si caen rayos, súbete a los árboles", y así lo hice. Me quedé sentado en la rama de un árbol viendo, escuchando y oliendo la lluvia. Pasé los cinco mejores minutos de mi vida, después me bajé, me fui a casa y me pegué una ducha.
Me gusta la lluvia, ¿a vosotros no?
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